En San Vicente del Caguán, Caquetá, un grupo de hombres y mujeres decidió que su futuro no estaría en la guerra, sino en el agua. Así nació Caguán Expeditions, una iniciativa de turismo de aventura sobre el río Pato, creada por firmantes de paz y habitantes de la región que encontraron en el turismo una manera de reconciliarse con su territorio y con ellos mismos.
A través de tres historias, conoceremos una experiencia en encontró en el turismo una esperanza para transformar vidas.
Caguán Expeditions nace a raíz de la firma del Acuerdo de Paz”, recuerda Carlos Ariel García, quien entonces trabajaba en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. “Surgió como una posibilidad de transformar el territorio y de acompañar la reincorporación que iba a iniciar. Después de hacer una prueba al río Pato, nos dimos cuenta de su potencial y de ahí en adelante los firmantes tomaron la decisión de apostarle al turismo”.
Carlos renunció a su trabajo en el gobierno nacional y se quedó en San Vicente del Caguán. “Cambié de frente y de vida”, dice. Hoy apoya la iniciativa, integrada por excombatientes y pobladores locales.
“El río nos dio una nueva oportunidad”
“El turismo es una herramienta muy potente para reconciliar. Acerca mundos, permite el encuentro y transforma el territorio. Nos lanzamos a hacerlo sin saber en qué nos metíamos, pero aquí seguimos”.
En estos años, Caguán Expeditions ha recibido a más de mil visitantes nacionales y extranjeros que recorren los rápidos del río Pato, hacen caminatas ecológicas y participan en recorridos de memoria histórica. Las rutas están pensadas para mostrar la belleza del Caquetá y también la historia del conflicto en un lugar que, durante décadas, fue inaccesible para la mayoría de colombianos.
Entre quienes reman por la paz está Luz Neira Rodríguez, que llegó al proyecto primero como voluntaria y luego como parte del equipo. “Soy una de las principales testigos de que sí es posible el cambio”, dice Luz. “En un bote remamos firmantes, campesinos, civiles, incluso militares. Eso es reconciliación”.
Luz trabajó en la promoción turística y en la coordinación de los festivales de rafting. Participó como voluntaria en el segundo festival y se enamoró de Miravalle1. Recuerda con mucho sentimiento su primer encuentro con el lugar y el profundo amor que sintió al ver sus paisajes. Sin embargo, también relata con mucha tristeza la dificultad que se presentó en 2024, cuando tuvieron que salir de este lugar por las amenazas de las disidencias:
“Fue muy duro dejar atrás ocho años de trabajo. Teníamos senderos, alojamiento, un museo de memoria histórica. Pero no tiramos la toalla. Creamos un nuevo producto: Caguán Renace. Nos reactivamos, seguimos creyendo”.
Hoy operan desde el corregimiento de El Doncello y continúan explorando nuevas rutas. Luz enfatiza la cadena comunitaria que ha tejido la iniciativa: “Los hijos de campesinos que antes solo veían pasar la guerra ahora son guías de rafting; las familias de las veredas nos reciben con jugo de caña, queso y miel de sus fincas. Todo eso hace parte del cambio”.
“Seguimos remando porque creemos en la paz”
En el equipo también están firmantes como Anderson y Lucía que cambiaron el fusil por un remo. Su historia refleja el paso del conflicto a una nueva vida. “Cuando nos hablaron del rafting pensamos que eso era para otras personas”, recuerdan ambos. Pero cuando se subieron por primera vez al bote, fue algo distinto, es como si el río nos diera otra oportunidad como sociedad.
“Para mí, el río significa mucho, ya que primeramente fue visto como una forma de supervivencia. Hoy en día, lo miro como una forma acercarme a la naturaleza, escuchando el sonido de las diversas sabes que podemos apreciar, descendiendo en los cajones del río Pato”, dice Lucía.
Para muchos de ellos, en la práctica del rafting aprendieron a confiar nuevamente en los otros, en los que son diferentes. “En la guerra uno se acostumbra a la desconfianza. Aquí, si no remamos juntos, el bote se voltea. Esa es la lección más grande: nadie llega a la orilla solo”. Hoy, ellos enseñan a otros firmantes y jóvenes de la región a ser guías, deportistas y guardianes de ese tesoro natural que tiene el Caquetá.
“El turismo nos ha permitido poder relacionarnos con mucha gente tanto extranjera como diversas partes del país. Esto nos fortalece porque estamos dando a conocer nuestra historia, que realmente nosotros somos personas que nos gusta trabajar por las comunidades de nuestro territorio, que tuvimos un pasado, sí, pero que cambiamos nuestra vida... Nosotros necesitamos que crean en nuestro proceso, porque con cada remada que hacemos a los cajones del río Pato, es otro granito de arena para continuar”, afirma Lucía.
El proyecto, que comenzó como una apuesta en Miravalle, se ha convertido en un referente del turismo de paz en Colombia, que logró encontrar en el río un proyecto de vida que unió diferentes mundos. Carlos sintetiza el propósito: “El turismo no es solo economía. Es una forma de acercar corazones”.
Visitar el Caguán hoy es presenciar una transformación concreta: actividades de aventura que generan empleo y sentido de pertenencia; recorridos de memoria que dan voz a quienes vivieron la guerra; y festivales que honran la memoria y convocan a la comunidad.
En Caguán Expeditions confluyen tres orillas que antes parecían irreconciliables: la de quienes acompañaron la paz desde las instituciones, como Carlos; la de la sociedad civil que creyó en la reconciliación, como Luz; y la de quienes un día empuñaron las armas y hoy conducen balsas por el río. Juntos representan la posibilidad de un país que se reconoce en su diversidad, y que es capaz de transformarse. En cada travesía del río Pato, sus historias se entrelazan como prueba de que la paz no es una firma, ni una fecha, sino una decisión diaria que se rema entre todos.