Por:
Sergio Alzate
Audiovisual:
Cristian Rubio
Diseño:
M. Camila Pacheco R.

El turismo es una actividad diversa, en la que confluyen diferentes maneras de entenderla, disfrutarla y vivirla. No es algo monolítico, sino una red compleja de posibilidades en la que se dan cita todo tipo de variables para, al final, cada persona decidir cuál es el tipo de viaje que desea realizar. 

En un país como Colombia, que tiene la fortuna de tener costa en dos océanos, una tipología turística que viene casi de inmediato a la mente es la de sol y playa. Sin embargo, las posibilidades en nuestro caso son numerosas y demuestran la riqueza que podemos encontrar en nuestras regiones: turismo de aventura, de montaña, de avistamiento de especies (aves, flora, ballenas, etc.), de observación de astros (en lugares de talla mundial como el desierto de la Tatacoa), entre otros. Además, hay otras taxonomías ancladas a eventos y al desarrollo económico nacional: turismo de negocios, cultural o académico.

Entre toda esta amalgama de posibilidades, recientemente hay un tipo de turismo que gana cada vez más fuerza en el país y que es al tiempo posibilidad y retos: el turismo indígena.

Por eso, y para saber de qué trata esta manera de vivir Colombia, conversamos con Eduardo Gil Gil, quien es presidente de la Asociación Nacional de Turismo Indígena (Asontic) y gerente general de Wiwa Tours, la primera agencia de turismo indígena colombiana.  

Eduardo, quien es indígena Wiwa de la sierra nevada de Santa Marta y miembro del Resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, es un promotor de la idea de que es posible un turismo en el que se respeten tanto las culturas ancestrales, como los territorios en los que estas habitan. Siempre y cuando los visitantes sean respetuosos y conscientes de que no están llegando a simples montañas o selvas en las que habitan personas a las que pueden fotografiar para sus redes sociales, completamente descontextualizadas. 

“Por eso, la invitación es que más que llevarse un recuerdo o una fotografía es a que se lleven los conocimientos de los pueblos indígenas, para compartir esa experiencia. Así, y a través de eso, haremos de eso lo que nuestros antepasados nos dejaron”, resalta Gil Gil. 

Su labor, además, es la de conectar a los diferentes pueblos indígenas colombianos, para poder asesorarlos sobre el sector turístico y la manera en que pueden ofrecer experiencias a los turistas. Una manera de romper el velo que separa a los indígenas de quienes no lo son. 

“Nuestros antepasados nos han ensañado a huir desde la colonización. Hoy en día huir no es una defensa”, resalta Eduardo mientras cita a Ramón Gil Barros, el máxim líder de la comunidad Wiwa de la sierra nevada de Santa Marta.   

Por eso, a través del turismo indígena, Eduardo Gil Gil y las demás personas indígenas colombianas están encontrando en la actividad turística una manera de tender puentes, sembrar posibilidades de cambio y habitar en el País de la Belleza a través de narrativas propias, no impuestas por foráneos, sino que nacen del conocimiento del territorio, de la fauna, de la flora y de las culturas ancestrales de las cuales son los legítimos y únicos herederos.

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