Por:
Ana María Artunduaga
Audiovisual:
Unidad Creativa Fontur

Entre su espesa naturaleza, de selvas tropicales, páramos, sabanas, manglares, desiertos y sistemas marinos, Colombia despliega una sinfonía natural que cautiva los sentidos. Su privilegiada ubicación geográfica, en la zona ecuatorial, le confiere una biodiversidad que le permite alardear de ser uno de los países más megadiversos del planeta. Desde las cumbres andinas, a las profundidades marinas, pasando por el misterio de las montañas y la aridez de los desiertos, hasta llegar a paisajes tan fundamentales como los manglares o a las extensiones desmelenadas de selvas, cada rincón del territorio colombiano alberga una riqueza ecológica que resguarda miles de especies que llenan de vida y color el país.
Con apenas el 0,7% de la superficie terrestre, Colombia alberga cerca del 10% de todas las especies conocidas en el mundo, posicionándose como el tercer país más biodiverso del planeta, después de Brasil e Indonesia. Además, ocupa el primer lugar mundial en diversidad de aves, mariposas y orquídeas, y se encuentra entre los cinco primeros en mamíferos, reptiles, anfibios y plantas. Estas cifras reflejan no solo una riqueza biológica sobresaliente, sino también un gran desafío en términos de manejo ambiental, desarrollo sostenible y conservación.
Un Lienzo de vida y COLOR
Las flores colombianas son un verdadero espectáculo natural. Gracias a su ubicación geográfica privilegiada y a la riqueza de sus recursos, Colombia es el lugar ideal para albergar una asombrosa variedad de especies. Sus ecosistemas, entre cálido y templado dan vida a flores de múltiples formas, tamaños y colores.
La orquídea es su flor emblemática. Con más de 4.000 especies registradas, destaca por su extraordinaria diversidad cromática. La Cattleya trianae, flor nacional, puede mostrar más de 70 tonalidades, que van desde el blanco puro y los tonos semialbos hasta rosas suaves, púrpuras intensos y ejemplares con manchas en sus pétalos. Algunas especies, como la Dracula wallisii, sorprenden por sus formas inusuales, llegando incluso a parecer un rostro.
En las zonas frías, los frailejones se alzan majestuosos en los páramos. Estas plantas no solo definen el paisaje andino, sino que cumplen una función vital: purifican y regulan el agua, haciéndola apta para el consumo humano.

Ríos y mares: arterias de vida
El agua adopta muchas identidades: medio de transporte, cantera de alimentos, atractivo turístico. Por ejemplo, el río Magdalena, arteria fluvial principal, serpentea a través de once departamentos que vibran a la vera de sus corrientes con historias, culturas y ecosistemas diversos.
Las costas, bañadas por los océanos Pacífico y Atlántico, ofrecen paisajes de ensueño. En las bahías pacíficas migran las majestuosas ballenas jorobadas, mientras que en la región caribeña destaca el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos, donde los manglares y los flamencos rosados han encontrado su hogar.
Fauna: un mundo vibrante
Con alrededor de 1.900 especies de aves, Colombia es líder mundial en diversidad aviar. El tucán de pico iris, el guacamayo azul y amarillo y el cóndor de los Andes surcan sus cielos. En sus selvas habitan jaguares, pumas, monos aulladores y osos de anteojos, mientras que en sus aguas dulces y marinas se encuentran delfines rosados, tortugas marinas —seis de las ocho especies existentes en el planeta— y una gran variedad de peces.
Colores que pintan el paisaje
Colombia es un lienzo donde la naturaleza despliega su paleta de colores. Las aves con plumajes vibrantes pintan el cielo, mientras las flores adornan bosques, páramos y jardines. Ríos como el Caño Cristales ofrecen un espectáculo único, con aguas que se tiñen de rojo, amarillo, verde, negro y azul gracias a las plantas acuáticas que habitan en su lecho.
Por otro lado, los frutos colombianos son un reflejo vibrante de su riqueza biológica y cultural. En las tierras cálidas crecen con generosidad la guanábana, el mango, la papaya, el maracuyá y el banano, mientras que en las zonas templadas florecen sabores intensos como la mora, la uchuva, el lulo y la curuba. En regiones amazónicas y selváticas aparecen joyas poco conocidas, como el copoazú, el asaí, el camu camu, el arazá y el noní. En la costa Caribe, el dulzor del mamey, el tamarindo, el níspero, la pitaya y la guayaba agria complementa la abundancia tropical.
No faltan tampoco el zapote, la granadilla, el borojó, valorado por sus propiedades energéticas, ni frutas como el chontaduro, el corozo, el anón, la carambola, la mandarina, la naranja tangelo y por supuesto el aguacate, que se disfruta en múltiples variedades. Cada región ofrece sabores únicos que enriquecen la gastronomía nacional, fortalecen la economía rural, y contribuyen a la conservación de los ecosistemas.