La paz tiene muchos sabores, pero uno de los más intensos se encuentra en el Caribe colombiano. Allí, cada plato típico cuenta una historia: la de un pueblo que aprendió a sanar a través de su cultura, sus tradiciones y sus sabores.
En estas tierras, los hombres, mujeres y niños se reúnen alrededor de la mesa para compartir más que alimentos: comparten identidad, memoria y esperanza. Los ingredientes frescos, recogidos de la tierra y el mar, se mezclan con la sabiduría ancestral para dar vida a preparaciones que no solo alimentan el cuerpo, sino también el alma.
Estas son las historias de dos experiencias culinarias que recibieron recientemente el sello de Destinos de Paz, una invitación para que los turistas de todo el mundo los visiten y apoyen sus emprendimientos.
En el Carmen de Bolívar, late una historia que demuestra que la paz también se siembra. Allí, en la vereda Rancho Azul, una asociación de 20 mujeres emprendedoras lideradas por Rosa María Hernández Torres, decidieron transformar el dolor en esperanza.
Desde el año 2021, estas mujeres se dedican a sembrar, cosechar y comercializar yuca industrial para generar oportunidades para sus familias y fortaleciendo el desarrollo local. Pero su historia va más allá de una producción económica: es una historia de superación, de mujeres que decidieron levantarse tras el desplazamiento forzado y la violencia que por años marcaron a esta región del Caribe.
Rancho Azul: mujeres que cultivan paz
“Fue algo tan doloroso que uno no quisiera recordar. Tuvimos que salir con mis hijos solo con la ropa que llevábamos puesta. Vivíamos con miedo, pero hoy siento que poco a poco la tranquilidad está regresando. Queremos que nuestros hijos vivan sin temor, con esperanza”, recuerda Rosa María sobre aquellos días difíciles:
Para Rosa María, la tierra no solo se cultiva, también se ama. Con una sonrisa describe el olor a una tierra que renace todos los días:
“Ay, a rico… así huele la tierra cuando uno se levanta. Es un aroma incomparable. A las cinco de la mañana, cuando el sereno cubre el campo, uno respira ese aire puro y escucha los pajaritos trinar. Miro al cielo y le doy gracias a Dios por todo lo hermoso que nos dejó. Cultivar la tierra, producirla, verla florecer, es un acto de amor. Por eso enseñamos a nuestros hijos a enamorarse del campo, porque aquí está nuestra vida, nuestro futuro y nuestra paz.”
Además de cultivar yuca, estas mujeres preparan con orgullo los sabores del Caribe: arroz trifásico, pasteles, tamales, arroz con coco, frijoles, carne asada, ensaladas, ají picante, suero, avena y chicha artesanal. Platos que, más que alimentos, son mensajes de reconciliación, porque cada receta guarda el sabor de la vida que renace.
La Asociación Rancho Azul recibió el Sello Colombia Destinos de Paz, una distinción otorgada por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (MinCIT), que reconoce a los proyectos productivos y turísticos que contribuyen a la dinamización de las economías locales y al fortalecimiento de territorios que hoy construyen paz.
El olor de “Caseritas Aumagaba” es el olor de la paz.
Con el mismo arraigo y amor por la tierra que caracteriza al Caribe colombiano, nace “Caseritas Aumagaba”, un proyecto productivo en San Jacinto, Bolívar, liderado por María del Carmen Barraza, víctima del conflicto armado. Junto a su hija, su yerno y sus nietos, decidió convertir la adversidad en una oportunidad. En medio de la pandemia, cuando todo parecía detenido, encontraron en la repostería un camino para salir adelante, y comenzaron a hornear lo que hoy se conocen como las tortas más ricas del norte del País de la Belleza.
Lo que empezó como un experimento casero, hecho totalmente a mano y con herramientas improvisadas, pronto se transformó en un emprendimiento familiar reconocido por su sabor auténtico y artesanal. “El sabor era bueno porque era algo casero, hecho con amor”, recuerda María del Carmen. La noticia corrió rápido por el pueblo y las ventas se multiplicaron. Hoy, “Caseritas Aumagaba” no solo endulza los hogares de San Jacinto, sino también de Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, El Carmen y San Juan, donde sus tortas sin cobertura, recién salidas del horno, se han convertido en un símbolo de sabor y esfuerzo familiar.
Gracias a su compromiso, Caseritas Aumagaba fue reconocida con el Sello Colombia Destinos de Paz, por aportar al desarrollo local y a la reconciliación desde la gastronomía. Para María del Carmen, este sello representa una nueva etapa: “Sí se puede, con dedicación, con pasión y con amor por lo que hacemos. La paz también se cocina, se amasa y se hornea cada día en nuestros hogares”. Su mensaje es claro: las mujeres del Caribe siguen adelante, sin miedo, con fe y con las manos llenas de esperanza.
El verdadero sabor del Caribe no está solo en su música, sino también en lo que se cultiva y cocina. La paz que hoy se respira en los pueblos que alguna vez fueron marcados por la violencia, y que ahora rebosan reconciliación y esperanza, ofrece a los visitantes nacionales e internacionales una oportunidad para abrir el corazón de una comunidad que cree en la reconstrucción, en el turismo responsable y en la sostenibilidad. Cada experiencia gastronómica se convierte en un encuentro con la vida, con la memoria y con la posibilidad de un país mejor.
Por eso, los Sellos de Paz cobran un significado especial: son el reconocimiento a quienes han hecho de la gastronomía y el turismo un camino hacia la reconciliación.
La invitación es a recorrer el Caribe colombiano, una tierra que tiene su propio aroma a resiliencia, a esperanza, a fe y su sabor es inconfundible: sabe a paz.