En el corazón del valle de Tenza, abrazado por montañas verdes que parecen custodiar siglos de historia, se encuentra Sutatenza, el único municipio de Boyacá nominado a los ‘Best Tourism Villages’ de ONU Turismo. Este pequeño pueblo es un viaje al alma rural de Colombia, ya que aquí la tradición, la educación, la naturaleza y la hospitalidad se entrelazan para ofrecerle a cada visitante una experiencia que trasciende lo turístico y se convierte en un encuentro con la esencia del campo.

Un pueblo que educó a un país

Sutatenza alcanzó reconocimiento mundial gracias a Radio Sutatenza y la Acción Cultural Popular (ACPO), un proyecto visionario que nació en 1947 con el propósito de alfabetizar y llevar conocimientos prácticos a miles de campesinos a través de la radio. Con transmisiones diarias, programas educativos, cartillas y actividades comunitarias, la ACPO se convirtió en una escuela sin paredes, donde aprender a leer y a escribir era solo el primer paso hacia el fortalecimiento de las comunidades rurales. 

En sus mejores años, Radio Sutatenza transmitía desde la madrugada hasta la noche, acompañando las labores del campo con lecciones de agricultura, salud, economía doméstica y cultura general. Campesinos de distintas regiones afinaban sus radios de baterías para escuchar las voces que, con paciencia y cercanía, enseñaban a sembrar mejor, administrar las finanzas familiares o a cuidar la salud de sus hijos. El impacto fue tan grande que, en pocos años, el modelo se replicó en otros países de América Latina.

Hoy, la memoria de ese legado sigue viva en las calles empedradas del pueblo, en las conversaciones de sus habitantes y, sobre todo, en el Museo ACPO. Este espacio permite recorrer la historia de la educación campesina a través de fotografías en blanco y negro, transmisores originales, cartillas didácticas, periódicos antiguos e incluso el caballo disecado de monseñor José Joaquín Salcedo, fundador de la emisora, quien recorrió largas distancias para llevar este proyecto a cada rincón del país.

Naturaleza y tradición en cada rincón

A solo tres horas de Bogotá, Sutatenza se despliega como un tapiz de colinas verdes y cielos despejados que invitan a detenerse y contemplarlos. El municipio es también la puerta de entrada al valle de Tenza, un corredor natural que conecta varios pueblos de Boyacá y Cundinamarca, ideal para caminatas, cabalgatas, practicar ciclomontañismo y fotografiar el esplendor de esta tierra.

Uno de los tesoros naturales que lo rodean es la represa La Esmeralda, un espejo de agua cuya superficie refleja las montañas circundantes. Allí, los visitantes pueden realizar paseos en bote, pesca artesanal, kayak o simplemente disfrutar de un picnic en sus orillas. Rodeada de municipios como Macanal, Almeida, Somondoco, Guateque y Chivor —zona esmeraldera de Boyacá—, la represa es también punto de partida para conocer minas, senderos y miradores.

En los caminos que bordean el embalse es posible encontrar aves como el cucarachero, la tingua bogotana o el azulejo real, lo que convierte a la zona en un paraíso para el avistamiento de aves.

Turismo con las manos y el corazón

También se organizan talleres de tejido con fibras naturales, como el chin, donde las manos experimentadas de las artesanas guían a los visitantes en la creación de canastos, esteras y mochilas. Cada pieza es única y lleva impresa la historia de quien la elabora.

La gastronomía local es otro viaje sensorial. Amasijos recién horneados, huevos de gallina criolla, sopas caseras, pollo semicriollo y guarapo boyacense se sirven en mesas donde la conversación fluye como el café caliente. Cada bocado cuenta la historia de la de mujeres que aprendieron a cocinar siendo niñas y que hoy encuentran en sus recetas un puente para transmitir cariño y cultura.

Sutatenza se distingue por su hospitalidad y su vocación para enseñar. Una de las experiencias más auténticas que ofrece es la participación en talleres de oficios tradicionales, en los que visitantes y lugareños se encuentran para aprender y compartir.

En una cocina de leña que lleva más de medio siglo encendida, doña Flor Alba Sánchez enseña a preparar pan de maíz con técnicas heredadas de su abuela. "El secreto está en amasar con paciencia y no apurarse. El pan se hace con amor y se comparte con todos", dice mientras el aroma dulce llena la estancia.

Experiencias para todos los sentidos

El turismo en Sutatenza es variado y pensado para todo tipo de viajeros:

  • Visitas a fincas aledañas para aprender a ordeñar cabras y elaborar queso kéfir.

  • Recorridos por molinos artesanales para conocer el proceso de elaboración de la panela.

  • Estancias en refugios ecológicos autosostenibles, donde la experiencia incluye caminatas, descanso y contacto directo con la naturaleza.

  • Avistamiento de aves con guías expertos para descubrir especies endémicas y migratorias.

  • Experiencias en fincas cafeteras, participando en la recolección, selección y tostión de café de alta calidad.

  • Rutas de aventura en cuatrimoto por caminos rurales que conducen a ríos, cascadas y miradores naturales.

La nominación de Sutatenza a los ‘Best Tourism Villages’ es un reconocimiento a su riqueza natural, cultural y social, y a su apuesta por un turismo regenerativo que beneficia a la comunidad. Viajar hasta aquí es apoyar la preservación de un legado vivo y contribuir a que las nuevas generaciones encuentren en el turismo una forma de desarrollo sostenible.

El visitante que llega a Sutatenza no solo se lleva fotografías y recuerdos: se lleva la calidez de un pueblo que recibe a todos como familia, el aprendizaje de sus oficios y la certeza de que el campo colombiano guarda tesoros que valen la pena descubrir y proteger.

"Aquí no hay prisa, solo ganas de compartir, la idea es que aprendan y se lleven lo mejor de Sutatenza, Boyacá", dice doña Ilvania Muñoz, mientras enseña el paso a paso para elaborar un canasto de chin. Y en esa frase se resume la esencia de Sutatenza: un lugar para vivir, no para pasar de largo.