El río Magdalena tiene quien lo navegue, lo disfrute y lo escriba 

Por Mariana Perea Urrea y Luis Alejandro Gómez

Audiovisual:

Cristian Rubio, Laura Arboleda, Manuel Alzate


El río Magdalena, además de ser el mítico cauce que atraviesa Colombia de sur a norte, es un eje alrededor del cual está construido el país. Ha sido cuna de comunidades, escenario de grandes relatos y el reflejo de diversas culturas que hicieron de sus orillas su hogar. También sus aguas han sido testigo de viajes exploratorios, de la apertura de rutas comerciales, de luchas y de reconciliaciones. Y, ahora, se erige como el epicentro de una apuesta renovada por el turismo fluvial y cultural. 

Recorrer el Magdalena es adentrarse en un viaje histórico, al lomo de sus caudalosas corrientes que han ayudado a escribir la historia colombiana. Sus márgenes resguardan secretos ancestrales, paisajes exuberantes, gastronomías mestizas y relatos de fantasía que inspiraron algunos de los relatos de Gabriel García Márquez, quien inmortalizó al río en obras como El amor en los tiempos del cólera. 

Destinos fantásticos en la cuenca del Magdalena 

Las tierras que bordean el Magdalena guardan historias y tesoros por descubrir. En su trayecto por el país, el río ha sido testigo del auge y transformación de ciudades y pueblos que, con su riqueza cultural y natural, se han convertido en destinos atractivos para los turistas nacionales y extranjeros. 

Entre ellos destaca Mompox, una joya colonial donde el tiempo parece haberse detenido. Sus calles empedradas, iglesias imponentes y casas con balcones de hierro forjado evocan la grandeza de su pasado como puerto comercial. La filigrana momposina, arte en plata y oro que se moldea con paciencia infinita, sigue siendo símbolo de su identidad. La magia momposina no solo reside en su arquitectura, sino en la sensación de estar en un universo aparte, donde el Magdalena fluye con la calma de los días soleados y las noches de luna reflejada en sus aguas.

Más al norte, San Basilio de Palenque resguarda una historia de lucha y resistencia. Fundado por esclavos fugitivos, es el primer pueblo de africanos libres de América y el único en conservar una lengua criolla propia: el palenquero, una hibridación del léxico español con las características gramaticales de las lenguas bantúes. En este lugar de tambores y boxeo han nacido figuras centrales para la cultura afrocolombiana, como lo son el tambolero Paulino Delgado Valdez, más conocido como ‘Batata’, y el mítico pugilista Antonio Cervantes, ‘Kid Pambelé’.

Magangué, por su parte, es un punto clave en la cuenca del Magdalena, con su impresionante ecosistema de manglares y su diversidad de aves como el colibrí de buffón, el cardonero pileado o el carriquí pechiblanco. Sus humedales son un paraíso para el ecoturismo y el avistamiento de fauna, una muestra de la riqueza natural que el río despliega a lo largo de su trayecto. 

Otros destinos, como Soplaviento, con sus coloridas calles y su tradición pesquera, o El Banco, cuna del Festival Nacional de la Cumbia José Barros Palomino, enriquecen la lista de lugares donde el Magdalena es mucho más que un cuerpo de agua: es un guardián de memorias, un impulsor de cultura y un testigo del alma colombiana.  


San Basilio

de Palenque,

resguarda

una historia

de lucha y

resistencia.

Fundado por esclavos fugitivos, es el primer pueblo de africanos libres de América y el único en conservar una lengua criolla propia


La música y la gastronomía, parte del alma del Magdalena 


Si hay algo que acompaña al río en su trayecto es la música. El vallenato, la cumbia y el mapalé han nacido y crecido en sus orillas, dando forma a una identidad sonora que es muestra de esa esencia mestiza y el sincretismo cultural que hace de Colombia un país rico en arte y diversidad. En cada puerto y cada pueblo, la música cuenta historias de amor, trabajo y resistencia, convirtiéndose en el latido del Magdalena. 

La gastronomía no se queda atrás. El río ofrece peces como el bocachico, preparado frito o en sancocho, mientras que en las ciudades y pueblos cercanos se disfrutan delicias como la butifarra soledeña, la posta negra cartagenera y los dulces típicos como el enyucado y las cocadas. Cada bocado es un homenaje a la mezcla de culturas que han habitado esta región. 


El río Magdalena en la literatura de Gabriel García Márquez  


El Magdalena es mucho más que un escenario en la literatura de Gabriel García Márquez: es un personaje en sí mismo, un símbolo de la memoria, el amor y el paso del tiempo. 

En El amor en los tiempos del cólera, el río es el testigo del reencuentro entre Florentino Ariza y Fermina Daza, un espacio donde la pasión y la nostalgia flotan en el aire tanto como los vapores de los barcos que lo surcan. García Márquez lo describe con belleza melancólica: “Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte [...] aquellas aguas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado.” 

Hoy, el turismo se convierte en una oportunidad para devolverle el  protagonismo al gran Magdalena, para recorrerlo con nuevos ojos y valorar su riqueza histórica, cultural y natural. Viajar por este afluente no es solo conocer un río: es sumergirse en el alma de Colombia, conectar con su memoria y dejarse llevar por una corriente que, como en las obras del Nobel de Literatura, se resiste al olvido.  


“Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte [...] aquellas aguas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado.”