los guardianes
de la memoria y de la vida
Por: Sarah Ávila Chacón
Audiovisual: Laura Arboleda Valencia

Un viaje de sanación en Colón, Putumayo
En un terreno de ancestros que no olvidan a su pueblo, la comunidad de Colón se levanta como guardiana de la memoria y de la vida. Entre las montañas y la selva andino-amazónica, los pueblos han sabido leerlo, escuchar su voz en el agua, en las flores, en el vuelo de un colibrí. La comunidad Inga, herederos de los antiguos caminos del Qosqo, ha tejido en este territorio un pacto con la naturaleza: proteger la vida, sanar el alma y preservar la memoria.
El lema “Guardianes de la Vida” define la esencia de este lugar: cada espacio visitado recuerda que la existencia se entiende a través del poder sanador de la tierra. Colón se consolida como un destino de turismo regenerativo, donde el visitante encuentra prácticas que liberan la conciencia y devuelven equilibrio al cuerpo y al espíritu.

Ambiyaku: agua que regenera
Las Termales de Ambiyaku son el inicio del camino. Sus aguas brotan de volcanes ancestrales —Muchiboy, Cundasoy, Patascoy, Sibundoy y Doña Juana— cargadas de minerales y energía telúrica. Antes de sumergirse, los sabedores realizan una armonización: un acto que libera de las cargas y abre el coraz´ón a la experiencia. En la visión Inga, el agua es memoria viva y madre que limpia. Por eso Ambiyaku no es solo descanso: es un santuario donde la tierra devuelve ligereza a quien llega con el peso de la ciudad.


Casa del Colibrí:
el mensajero de la vida
Los jardines de Magola Muriel se abren como un edén de abundancia. Allí, el colibrí —kindi en lengua inga— danza en el aire como un espíritu luminoso. Para la comunidad, este pequeño ave es mensajero sagrado, portador del pensamiento de los sinchis, los sabedores mayores. Su vuelo en todas direcciones simboliza la resiliencia y la flexibilidad; su búsqueda constante de néctar enseña que la dulzura se encuentra incluso en tiempos difíciles.
En la cosmovisión Inga, el colibrí está asociado al sol y a los animales sagrados, junto al jaguar, el cóndor y la serpiente. En Colón, su presencia recuerda que la abundancia también es medicina: vivir ligero, moverse con gracia, sostener la vida en equilibrio. La Casa del Colibrí encarna este espíritu y lo ofrece al visitante como una experiencia de contemplación y plenitud.

la chagra de conchita: tierra que enseña
La chagra, sistema ancestral de cultivo, es un espacio sagrado donde la tierra alimenta y educa. En la casa de la señora Conchita, la siembra se convierte en escuela viva: allí los niños aprenden la lengua, los rituales y el respeto por la naturaleza. Cada planta es maestra, cada semilla es memoria. En los rituales con plantas medicinales, la chagra revela su poder: la tierra no solo produce alimento, también sana.
En la tradición Inga, cultivar es un acto espiritual, porque la tierra y el cuerpo son uno mismo. La chagra es, así, un altar de sostenibilidad y transmisión cultural, una práctica que mantiene viva la identidad.


Pakari: tejer la memoria ancestral
En la Asociación Pakari, las mujeres Inga convierten el tejido en escritura sagrada. Los colores y formas que brotan de los telares nacen de visiones con el yagé, planta que abre la percepción y guía la creación. Cada tejido es un relato, un canto, un mapa espiritual que enlaza generaciones.
Para los Inga, tejer es narrar y ordenar el mundo: los hilos unen tiempos, curan memorias y transmiten conocimientos que la palabra sola no alcanza. Pakari demuestra que el arte textil no es un oficio artesanal: es medicina cultural que fortalece la identidad del pueblo.

Agartha: centro del buen vivir
En la vereda La Rejoya se levanta Agartha, un espacio de resiliencia que recoge saberes de diversas tradiciones para transformarlos en experiencias de sanación profunda. Inspirada en el principio del “buen vivir”, esta reserva integra prácticas budistas, ejercicios de meditación y rituales de conexión con la tierra.
Aquí, el visitante encuentra un entorno de desconexión total, donde el silencio y la contemplación permiten reencontrarse consigo mismo. Agartha es más que un destino turístico: es un laboratorio de espiritualidad, un lugar donde confluyen tradiciones universales y saberes amazónicos para ofrecer equilibrio y paz interior.
Mirador San Sebastián: horizonte sagrado
El recorrido culmina en el Mirador Natural de San Sebastián, desde donde se contempla un horizonte tejido de montañas, nubes y selvas. La vista no es solo paisaje: es una enseñanza de la cosmovisión Inga, donde todo lo que existe está interconectado y tiene espíritu. Observar el horizonte es recordar que la vida es un tejido, y que el ser humano es solo un hilo más en la trama de la existencia.